Apreciación de joyas, una ciencia exacta
Al otro lado de las cabinas por donde entran los clientes hay un conjunto de escritorios repletos de cajas de joyas y botellitas de todo tipo. Aquí es donde los residentes escudriñan, literalmente, los objetos que se les presentan. Oliver, 20 años de experiencia en el campo, detalla el método. Comienza diciendo: «Primero observaremos la gema con una lupa y buscaremos el sello que indica el número de quilates». Un cartel colgado en la habitación resume los diferentes marcadores que permiten estimar correctamente la concentración de oro en una pieza de joyería. Para una carrocería de 9 quilates, la seña de identidad es su forma de trébol. Vieira de 14 ct, búho de 18 ct y cabeza de águila de 22 ct.
Pero para estar realmente seguros de ese número, que es fundamental para estimar un producto, recurrimos a la química. Oliver explica: «Raspo la gema en una piedra y aplico ácidos en la marca que dejé. Según la reacción, sabré cuántos quilates se hicieron». Una vez hecha esta verificación, los tasadores pesan la cosa. Tan simple como Eso. Hoy en día, las falsificaciones son cada vez mejores, lo que obliga a los tasadores a hacer algún tipo de investigación. Color, dureza del metal, marcas, «Ninguna de estas pistas es absolutamente cierta, pero acumularlas ayuda a tener una opinión», finaliza el tasador. Gerard Fisher reacciona: “A menudo conduce a la decepción en la apreciación. Esto también se debe a que las personas a menudo se relacionan con estas cosas familiares. »
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